La muestra Fluye, continuará disponible hasta el 18 de noviembre. Reúne una serie imperdible de dibujos heredados y propios, collage, objetos encontrados y apropiados, fotografías olvidadas e integradas. La licenciada Daniela Mastrandrea, curadora de la muestra, contó que se trata de un trabajo que significó el devenir constante entre el pasado y el presente, las obras nos invitan a transitar recorridos internos de la artista. El visitante que ingresa a la sala puede identificarse con esos recorridos y por qué no descubrirse.
Natalia Ruocco nació en Comodoro Rivadavia en mayo de 1980, vivió una etapa de su adolescencia en Puerto Madryn, lugar con el que nunca perdió contacto y al que regresó en diciembre de 2010. Luego de un tránsito de casi dos años por la carrera de Arquitectura en la UBA, comenzó a explorar el lenguaje fotográfico, la pintura y la escritura. Sin embargo, fue el dibujo el que la condujo de lleno por los caminos del arte. Actualmente, cursa el segundo año de la Tecnicatura Universitaria en Gestión Cultural en la Universidad Nacional de Mar del Plata.
Por su parte, Daniela Mastrandrea, tras recordar la frase “no hay pasado ni futuro, todo fluye en un eterno presente” de James Joyce, sostuvo que “como partícipes indefectibles de un devenir constante, aquí y ahora, Natalia nos invita a sumergirnos en su universo personal de formas orgánicas que nos recuerdan imágenes microscópicas, partículas de vida, fluidos de la naturaleza, a las que ella llamó laberintos (no tanto desde la imagen del símbolo sino desde el concepto que de él se desprende). “Para Borges, el laberinto simboliza el proceso transformador de la experiencia humana, donde el viajero permanentemente se enfrenta a la destrucción, pero también a la creación de sí mismo”, agregó.
Así, Fluye es un mapeo de esos recorridos internos de esta artista-viajera, que conllevan la búsqueda del descubrimiento interior. No es casual que trabajos realizados por su padre en la etapa de formación secundaria técnica hayan salido a la superficie a comienzos del proceso como una especie de brújula dentro de este laberinto. Si su muerte significó un alejamiento de la actividad artística, es partir de él que se reencuentra con el arte en un diálogo íntimo entre padre e hija.
En esta serie de obras, creadas en un principio en el “mientras tanto” de su trabajo de oficina, conviven dibujos heredados y propios, objetos encontrados y apropiados, fotografías olvidadas e integradas en un Todo, que “fluye”.